María Martinón-Torres: «Siempre tuve muy claro el interés por entender al ser humano»

La ciudad de Orense vio nacer a la antropaleontologa María Martinón-Torres, quien dirige desde 2017 uno de los lugares en los que se reconstruye el puzle de la historia de la evolución humana: el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), en Burgos.

Martinón-Torres es doctora en Medicina y Cirugía por la Universidad de Santiago de Compostela, máster en Antropología Forense por la Universidad Complutense de Madrid y máster en Orígenes Humanos por la Universidad de Bristol (Reino Unido). Pertenece al equipo de investigación de Atapuerca desde el año 1998, en el que estudia la paleobiología de los homínidos, la evolución del aparato dental con implicaciones taxonómicas y filogenéticas, los escenarios evolutivos y paleopatologías. Su tesis doctoral versó sobre el análisis de la dentición de los homínidos fósiles, a través del cual ha podido alcanzar conclusiones de gran relevancia sobre el pasado.

María Martinón – Torres | CENIEH

María Martinón se encuentra entre el 1% de los autores más citados en su campo según la agencia Reuters. Entra sonriendo en el vestíbulo del Hotel Palafox de Zaragoza. Su tren ha llegado hace escasos minutos y en poco más de una hora impartirá una conferencia en el Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de Zaragoza, sobre la salud y la enfermedad en el Pleistoceno. Por suerte, nos podemos permitir una pequeña conversación con ella, antes de que ponga rumbo al Edificio Paraninfo:

  

Estudiaste Medicina, ¿Cuándo llegó la pasión por la paleoantropología?

Llegó antes de estudiar Medicina. Siempre tuve muy claro el interés por entender al ser humano, y en los tiempos en los que me tocó decidir qué carrera cursar, no había los planes de carrera que había hoy, en los que puedes escoger que camino recorres mediante la elección de las asignaturas.

Crecí en una familia de médicos y, además la Medicina me parecía una disciplina muy completa, que abordaba al Ser Humano de la forma más completa y amplia. Solo comprendiendo cómo estamos hechos, cómo estamos engranados, podía lanzarme a comprender el pasado. Antes de hacerlo, debía entender muy bien el funcionamiento del ser humano en el momento actual. Entonces, la decisión de estudiar medicina me pareció que era la base más completa para poder saltar luego.

Así que primero llegó el gusto por la antropología, y la medicina fue el medio más completo para cumplir ese sueño.

 

Hoy vas a hablar sobre salud y enfermedad en el Pleistoceno (desde hace 2 millones de años hasta hace aproximadamente 10 000 años), ¿qué información puede aportar la investigación de las enfermedades en el estudio del pasado?

Me parece interesante hablar sobre la salud y la enfermedad porque tenemos siempre la idea de que las enfermedades solo hablan de debilidad y sufrimiento, solo tienen connotaciones negativas. Precisamente, cuando se estudian las enfermedades en el pasado, cada vez que se estudia el registro fósil y se encuentra una patología, la lectura que tiene es positiva: Cuando se encuentra una lesión en un esqueleto, lo que se está viendo en realidad son los signos de la reparación de la enfermedad, es decir, la cicatriz solo la lleva el que ha superado la batalla. Por ello, cuando se encuentra una patología, una inflamación, un callo óseo que está reparando una fractura en realidad, nos están hablando de la fortaleza, de la persona que se enfrentó a una enfermedad y fue capaz de superarla.

A mi me gusta el estudio de las enfermedades porque pone de relieve que lo que estamos viendo es la historia de un hombre en un momento determinado.

No podemos estudiar a los seres humanos como entes aislados del mundo natural en el que vivían; precisamente las enfermedades son la historiade los retos, las dificultades, de las adaptaciones o la falta de ellas, del estrés al que se tenía que enfrentar un individuo o grupo determinado en un momento determinado. Haciendo una lectura de esas enfermedades, puede obtenerse una reconstrucción de los retos y dificultades a los que tuvo que enfrentarse esa especieo ese grupo en ese momento. Ponen de relieve sus debilidades y a veces, sus fortalezas.

 

¿Podría considerarse que ha habido épocas más favorables o menos para la salud del ser humano a lo largo de la historia?

Las amenazas han cambiado a lo largo del tiempo. En algunas cosas seguimos siendo muy parecidos a nuestros antecesores, seguimos estando expuestos a los mismos problemas, pero en otras no. Entonces, al descifrar eso, más allá de hacer una recopilación anecdótica de las enfermedades simplemente, lo que hacemos es reconstruir la biología de una población determinada en un momento determinado. Hay cosas en las que seguimos teniendo lo mismos riesgos: Yo siempre digo que para poder valorar si sufrimos de lo mismo o no, pueden hacerse comparativas. A día de hoy, las principales causas de muerte de la sociedad actual son cardiopatías isquémicas, enfermedades obstructivas e hipertensivas, problemas de obesidad, de diabetes… estamos hablando de enfermedades que están reflejando un desajuste entre nuestra biología y nuestro estilo de vida. En este caso, por ejemplo, la identificación de las enfermedades y de los cuadros de morbilidad y mortalidad, lo que están poniendo de relieve es una falta de adaptación entre la biología y el estilo de vida.

Podemos decir que nuestra especie ha avanzado muy rápido tecnológicamente, de tal forma que ha llegado a tener una transformación radical de su entorno, ha sido capaz de cambiar y controlar el entorno y el estilo de vida, aunque no siempre en la dirección adecuada. A pesar de ello, nuestra biología sigue siendo la misma que hace 200.000 años. Seguimos teniendo dentro aquel cazador, recolector que vivía al aire libre, pero nuestro estilo de vida ya no es ese. Entonces, ese desajuste, por ejemplo, es el que hace patente este tipo de patologías de las que nos aquejamos principalmente hoy.

 

¿Cabe esperar que eran esas las patologías en el pasado?

Probablemente no. Si nos remontásemos a los orígenes de nuestra especie, de estas poblaciones, tendrían otros signos y dificultades, pero probablemente era una población que no tenía tanta incidencia de estas patologías, que son las más preponderantes en la actualidad. Estaban en contacto con la naturaleza y desarrollaban de todo el esplendor de su anatomía, como cazadores y recolectores.

Sin embargo, había otros riesgos: cuando analizamos el registro fósil, es verdad que tenemos un sesgo en la identificación, un problema de visibilidad. Nosotros solo somos capaces de identificar aquellas enfermedades que dejan una marca en los huesos, porque los tejidos blandos y los órganos no se preservan, pero sí que es cierto que una de las grandes patologías principales que solemos registrar son las patologías traumáticas(los golpes, las fracturas). Tenemos datos de que, entre el 80 y 90% de los especímenes Neandertales que se han recuperado, presentan algún tipo de fractura o de golpe en muchos casos, severo. Si por ejemplo hacemos estudios en poblaciones de cazadores y recolectores actuales, de las pocas que aún persisten, también vemos que los traumas craneales, incluso importantes, con perdida de consciencia, son patologías y cuadros preponderantes. O sea, que podemos inferir que era una vida con mucho retos y en la que se daban muchos tipos de patologías traumáticas.

Hoy en día, podría decirse que sucede lo mismo. Una de las principales causas de muerte por no enfermedad son los accidentes de tráfico, así que estamos también ante un tipo de patología traumática, completamente vestida y adaptada al momento en el que vivimos, pero continuamos estando expuestos de alguna manera a este tipo de causa de morbilidad y de muerte, como en el pasado. Cuando se habla de patologías traumáticas, y de estas heridas en poblaciones del pasado, como neandertales, Homo sapiensy otras poblaciones anteriores, se comenta mucho que el grado de violencia interpersonal era muy alto y, seguramente, si nos ponemos a analizar, veremos que en muchas ocasiones, los humanos somos muy violentos. Se dice que somos una especie ‘especialmente violenta’… yo ahí tengo que decir que no tanto, por lo menos, no más de lo que éramos en el pasado y no mucho más de lo que pueden ser otros primates, como los chimpancés, nuestros parientes más cercanos.

En ese sentido también, el 40% de las especies de mamíferos presentan algún tipo de violencia interpersonal entre congéneres, dentro de un mismo grupo. Hay estudios muy detallados sobre ello. Es verdad que los primates en general, pueden ser más violentos que otros mamíferos, pero es una cualidad que está asociada a aquellos animales que, como los humanos, viven en grupo. Es en grupo cuando surge ese conflicto. Entonces, no sé si es consuelo o no, pero es decir, somos violentos de alguna manera “dentro del nivel que se espera que puedan ser violentos los primates”.  Además, tenemos esperanza porque, se ha visto que esa violencia, a nivel general, está condicionada por condiciones sociopolíticas, económicas, etc. O sea que, al menos, tenemos también el arma para, a través de la cultura y la educación, modular esos niveles de violencia que en determinados ambientes específicos pueden estar más pronunciada o elevada.

 

¿Qué información puede extraerse del estudio de los dientes?

Los dientes son ‘la joya de la corona’. Son los restos fósiles más abundantes y suelen estar en muy buen estado de conservación, gracias a la dureza del esmalte. Por ello, pueden proporcionan una gran cantidad y diversidad de información sobre la dieta, sobre el crecimiento y desarrollo de una especie, dependiendo de las capas de las que esté formado y sobre posibles relaciones de parentesco con otros grupos.

 

¿En qué se diferencia nuestra dentadura (Homo sapiens) de las de especies anteriores?

Por lo general nuestros dientes son más pequeños y de morfología más sencilla. Con la utilización de las herramientas, los cuchillos, y con la aparición del uso y control del fuego, la cocina, la presión selectiva sobre el tamaño y complejidad de nuestros dientes, se relajó. Podemos decir que los dientes de especies anteriores eran más “barrocos”, más llenos de adornos, crestas y cúspides accesorias, mientras que los dientes actuales son más “neoclásicos”, conservan las formas elementales que en este caso los hacen funcionales pero han perdido los ornamentos.

 

¿Continuamos evolucionando?

Sí, continuamos evolucionando, y el desarrollo de resistencias inmunes y sensibilidades, alergias e intolerancias, por ejemplo, es la mejor evidencia de que nuestro cuerpo sigue cambiando y buscando la adaptación al entorno cambiante. Esa evolución se da principalmente a nivel microscópico, por lo que no cabe esperar esos cambios macroscópicos más propios de la literatura de ciencia ficción, humanos cabezones de cuerpos raquíticos. De hecho, el cerebro ya no sigue aumentando de tamaño e incluso existen estudios que evidencian una disminución del tamaño cerebral en el Holoceno. ¿Cuál es la lectura de esa reducción cerebral? Por una parte podríamos pensar que nuestro cerebro se descansa ahora en muchos soportes y memorias externas, incluyendo el cerebro colectivo, ya que descansamos en el grupo mucho del conocimiento que nos hace falta para sobrevivir. También hay otros estudios que plantean que la reducción cerebral puede responder a un proceso de autodomesticación, pues también se obesrva en las versiones domesticadas de animales frente a su versión salvaje, como entre perros y lobos. En esta línea, el hombre actual sería una versión más dócil, autodomesticada, de sus ancestros, para aumentar la tolerancia y facilitar la convivencia entre individuos que a veces viven hasta hacinados, y si no, que alguien se suba al metro en Londres en hora punta para meditar sobre la necesidad de esa disciplina y autocontrol…

 

¿Cómo ha sido su trayectoria como mujer investigadora hasta llegar a ser la directora del CENIEH?

He tenido la suerte de crecer y formarme personal y científicamente en un ámbito donde siempre he tenido como referentes mujeres fuertes, brillantes y capaces. En el campo de la investigación, esas mujeres, con su propio ejemplo, han sido el mejor estandarte de visibilidad de talento femenino y capacidad de competir. Precisamente aquí tenéis un buen referente con Gloria Cuenca, una autoridad en el ámbito de la paleontología y quien además ahora ocupa un puesto de gestión importante como directora del Instituto de Investigación en Ciencias Ambientales de Aragón (IUCA). Eso es lo que le hace falta a la sociedad, que prediquemos con el ejemplo.

 

 

Jacqueline Sambou Gimeno

Responsable de Comunicación IUCA