Las rocas del Jurásico expuestas al sur de Zaragoza permiten conocer cómo fueron los mares de esa época

Ciertas estructuras contenidas en las rocas del Jurásico expuestas al sur de Zaragoza proporcionan claves para conocer los fondos marinos de hace más de 150 millones de años.

El trabajo, publicado en la revista “Sedimentary Geology”, ha sido realizado por los investigadores Cristina Sequero, Marcos Aurell y Beatriz Bádenas, del Instituto de Investigación en Ciencias Ambientales de Aragón.

Investigadores de la Universidad de Zaragoza han realizado un estudio que ha permitido obtener claves para el estudio de fondos marinos tropicales del final Jurásico, hace 153 millones de años. El trabajo llevado a cabo por los investigadores Cristina Sequero, Marcos Aurell y Beatriz Bádenas, del Instituto de Investigación en Ciencias Ambientales de Aragón, ha sido recientemente publicado en la revista científica internacional “Sedimentary Geology”.

El estudio se ha basado en la observación en el campo y en el microscopio de las rocas del Jurásico expuestas en el entorno de varias localidades del sur de Zaragoza: Muel, Mezalocha, Jaulín, Valmadrid, Fuendetodos y Aguilón, entre otras. Estas rocas del final del Jurásico que afloran extensamente al sur de Zaragoza, constituyen un laboratorio natural excepcional que ha permitido a los científicos proponer un modelo de distribución de los oncoides (tipos de estructuras concéntricas, formadas por las algas y bacterias que proliferaron en los fondos marinos tropicales del final Jurásico) en función de la profundidad, agitación del fondo por el oleaje y oxigenación de los fondos marinos. La clasificación propuesta por estos autores puede servir de referencia para estudios en rocas que contienen esas partículas de origen bacteriano en otras regiones del planeta.

Rocas del Jurásico expuestas en Aguilón. Fotografía facilitada por Cristina Sequero.

Los autores describen diversos tipos de cianobacterias capaces de formar oncoides, partículas esféricas o subesféricas que pueden alcanzar varios centímetros de diámetro. La formación de los oncoides comienza con la presencia de un núcleo, por ejemplo un fragmento de una concha de un molusco, que rueda sobre el fondo marino y va atrapando sedimento muy fino, generándose láminas concéntricas en torno a él. Durante este proceso, las bacterias pueden colonizar temporalmente la superficie y generar láminas microbianas. Las morfologías y tamaños de dichas bacterias son muy variadas, desde tubos filamentosos a cúmulos con aspecto grumoso, preservados en el registro fósil cuando la estructura de dicha bacteria calcifica.

Roca en la que puede apreciarse un gran número de oncoides. Fotografía facilitada por Cristina Sequero.

En este estudio, los investigadores del grupo Aragosaurus y miembros del Instituto de Investigación en Ciencias Ambientales de la Universidad de Zaragoza, han podido comprobar que la forma, tamaño y estructura interna de estos oncoides están directamente relacionados con procesos físicos y químicos que tienen lugar en las aguas marinas, obteniendo un espectro tan variopinto que abarca desde nódulos de hasta 7 cm de diámetro constituidos exclusivamente por microorganismos, hasta partículas milimétricas donde la presencia de éstos es esporádica o nula. Determinadas condiciones especialmente relacionadas con la energía del agua, temperatura o salinidad determinan el crecimiento microbial y, por tanto, la generación de uno u otro tipo de oncoide: medios marinos muy tranquilos, con una salinidad similar a los mares actuales y temperaturas cálidas favorecen la proliferación bacteriana; por el contrario, si existe un fuerte oleaje la actividad microbiana se ve reducida, al igual que ocurre cuando varía la salinidad o la temperatura. La gran sensibilidad de estos organismos ante las condiciones ambientales los convierte a ellos, y a las estructuras que los contienen, en excelentes archivos paleoambientales, pudiendo reconstruir ecosistemas marinos pasados.