Según los resultados publicados en la revista Science of the Total Environment, se ha detectado que en la zona se acumulan residuos ricos en escorodita.
Se considera necesario monitorizar estos residuos y recuperar los suelos contaminados porque el riesgo ambiental es «grave, debido a su toxicidad».
Los investigadores F. Garrido, M.A. González y S. Serrano del CSIC y F. Laborda del Instituto de Investigación en Ciencias Ambientales de Aragón (IUCA) de la UZ han encontrado arsénico en los suelos cercanos a una mina de wolframio abandonada en Madrid y han aconsejado la retirada de los residuos para almacenarlos bajo techo y asegurar su estabilidad. Además, consideran necesario monitorizar estos residuos y recuperar los suelos contaminados porque el riesgo ambiental es «grave, debido a su toxicidad».
En concreto, según la investigación, publicada en Science of the Total Environment, han detectado que en la zona se acumulan residuos ricos en escorodita (FeAsO4 2H2O), un mineral muy estable que la minería metálica utiliza para almacenar arsénico evitando el riesgo de contaminación de suelos y aguas. Estos depósitos mineros se encuentran próximos al cerro de San Pedro, situado entre las localidades madrileñas de Guadalix de la Sierra y Colmenar Viejo.
En los años 30 se extraía wolframio de esta zona de la sierra de Madrid y se exportaba a Alemania para la construcción de armamento pesado. Cuando terminó la guerra se dejó de exportar, la mina se cerró y en su lugar quedaron los residuos ricos en escorodita.
La escorodita, un mineral compuesto principalmente por arsénico y hierro en igual proporción, es conocida por su estabilidad y capacidad para almacenar arsénico. Por estos motivos, la minería metálica lo emplea como forma mineral para el almacenamiento y desecho seguro del arsénico.
«Tras la extracción del mineral en cuestión, el arsénico producido queda fijado, aparentemente de forma estable e insoluble, en forma de escorodita. De hecho, este es el proceso final que la industria minera aplica a la gestión de este residuo», ha explicado el investigador del MNCN, Fernando Garrido.
En concreto, los investigadores han estudiado la dispersión del arsénico y han determinado su concentración en los suelos colindantes. Para ello han recogido muestras a distintas profundidades y distancias en las zonas de escorrentía por las que el agua estacional discurre desde el área donde están los residuos hasta un arroyo cercano.
«En las muestras de suelo hemos detectado arsénico en concentraciones altas que proviene de la disolución de la escorodita», explica Garrido, que ha añadido que la investigación ha comprobado que se trata de As(V) y que se encuentra químicamente vinculado a oxihidróxidos de Fe(III) (un tipo de minerales compuestos fundamentalmente de hierro, oxígeno e hidrógeno).
El investigador ha aclarado que esto significa que no se trata de pequeñas partículas de escorodita, sino de compuestos secundarios que pueden formarse tras la disolución de este mineral por la acción del agua de lluvia.
En esta zona los desechos están expuestos a las condiciones meteorológicas y los análisis realizados ponen en duda la estabilidad a largo plazo de estos depósitos ricos en arsénico. Garrido ha subrayado que los datos demuestran que no se puede tratar la escorodita como elemento final para retener el arsénico a menos que se proteja de las condiciones ambientales, ya que, expuesta a ellas, puede provocar la dispersión de arsénico.
Asimismo, los investigadores apuntan la necesidad de monitorizar los residuos mineros abandonados y de aplicar estrategias de eliminación de residuos y recuperación de suelos contaminados porque la contaminación detectada indica que el arsénico podría llegar hasta los acuíferos de la zona.
El investigador ha concluido serían «trazas muy pequeñas» pero llegarían «de forma continuada» lo que supone un riesgo medioambiental «grave debido a su toxicidad».
Este es el tercer artículo científico que han publicado desde que en 2010, los investigadores Javier García Guinea y Fernando Garrido del MNCN, comenzaron a analizar los suelos de la zona. En este último estudio también participan investigadores del Instituto Universitario de Investigación en Ciencias Ambientales de Aragón perteneciente a la Universidad de Zaragoza.