Un equipo multidisciplinar integrado por investigadores del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC), de la Estación Experimental de Aula Dei (EEAD-CSIC) y de la Universidad de Zaragoza, entre los que se encuentran las investigadoras del IUCA Lourdes Montes (PPVE) y María Sebastián (ARGOS) ha establecido las pautas principales de evolución del paisaje pirenaico en relación con el desarrollo de la trashumancia.
Esta investigación, publicada en sendos artículos en las revistas ‘Catena’ y ‘Journal of Archaeological Science: Reports’, se ha basado en dos factores presentes desde hace milenios en la cordillera: la actividad de pastores trashumantes y los monumentos megalíticos, explica la delegación del CSIC en Aragón.
La transformación de amplias zonas de bosque en pastos para su aprovechamiento estival contribuyó de manera decisiva a configurar el actual paisaje de montaña
La gestión de la ganadería en las áreas de montaña se ha basado en el conocimiento de los pastores sobre la diversidad del territorio, incluyendo la organización altitudinal del clima y de los pisos de vegetación, de manera que conforme avanzan la primavera y el verano se va activando la productividad vegetal en sectores progresivamente más elevados. Este conocimiento es evidente desde el Neolítico, cuando existe constancia de movimientos estacionales del ganado desde el fondo de los valles pirenaicos (a unos 800 metros de altitud) hasta el llamado piso alpino (que se inicia a 2100-2200 metros). Hay muchas evidencias de este pastoreo primitivo, desde la presencia de numerosos monumentos megalíticos (dólmenes y posteriores círculos de piedras) que tenían una función funeraria y a la vez representaban una estrategia de apropiación del territorio, hasta los restos de asentamientos y cercados ganaderos de cuya presencia en el Pirineo hay constancia desde al menos 7000 años antes del presente. Este modelo de gestión ganadera, de alcance local, derivó con el tiempo en movimientos ganaderos de más largo alcance, ya en época histórica, con desplazamientos estacionales entre el Pirineo y el centro de la Depresión del Ebro, que se han conocido con el nombre de trashumancia. Situaciones similares se han vivido en la mayor parte de las montañas de la Península Ibérica y del mundo.
Aparte del interés histórico, el desarrollo de la ganadería de montaña tiene un importante papel ecológico, hidrológico y geomorfológico, ya que a medida que aumentaban los rebaños crecía también la necesidad de contar con mayores zonas de pastos. La transformación de amplias zonas de bosque en pastos para su aprovechamiento estival contribuyó de manera decisiva a configurar el actual paisaje de montaña. La pregunta fundamental que se ha planteado el equipo interdiciplinar que ha desarrollado la investigación, a la hora de explicar la evolución del paisaje en las áreas de montaña es cuándo se ha producido la deforestación y la expansión de los pastos de aprovechamiento estival. ¿Se produjo en fechas tempranas (prehistóricas), o bien está directamente relacionada con el desarrollo posterior de la trashumancia? Esta es una pregunta crítica cuya respuesta permitiría entender mejor los cambios en la cubierta vegetal y sus consecuencias hidrológicas y geomorfológicas. Más recientemente se ha planteado otra pregunta que es, en parte, complementaria: ¿puede la distribución espacial de los monumentos megalíticos informar acerca de las pautas del pastoreo en los momentos iniciales de la ganadería en montaña?
El estudio de la distribución de los monumentos megalíticos en el Pirineo aragonés occidental, ha permitido identificar pautas básicas de la gestión ganadera durante el Neolítico y la Edad del Bronce y los rasgos de una deforestación temprana
Un equipo multidisciplinar, liderado por J.M. García Ruiz (IPE/CSIC) y Lourdes Montes (IUCA-UNIZAR) e integrado por geógrafos e historiadores especialistas en distintas épocas, pertenecientes a la Universidad de Zaragoza, de la de Alcalá de Henares, de la de la Rioja, del IPE y del centro de Aula Dei, ambos del CSIC, ha establecido las pautas principales de evolución del paisaje pirenaico en relación con el desarrollo de la trashumancia. Igualmente, mediante el estudio de la distribución de los monumentos megalíticos (136 dólmenes y 259 círculos de piedras) en el Pirineo aragonés occidental, se han identificado algunas pautas básicas de la gestión ganadera durante el Neolítico y la Edad del Bronce y los rasgos de una deforestación temprana. El estudio, publicado en sendos artículos en las revistas Catena y Journal of Archaeological Science:Reports, ha determinado cuáles han sido los momentos críticos de transformación del paisaje pirenaico. Para ello se ha utilizado información arqueológica e histórica que se ha complementado con datos procedentes de los sedimentos acumulados en lagos de alta montaña, incluyendo polen y datos sedimentológicos, así como un complejo análisis estadístico.
Los resultados obtenidos han permitido elaborar un mapa de probabilidades de presencia o ausencia de monumentos megalíticos que permite deducir cuáles eran las áreas de pastoreo preferentes. La distribución de los monumentos megalíticos muestra que los pastores prehistóricos seguían pautas de gestión muy parecidas a las actuales, con utilización de los pastos en dos pisos o ambientes altitudinales contrastados:
- Áreas bajas y accesibles, de suaves pendientes y próximas a cursos fluviales, hacia donde conducían al ganado desde el mes de mayo
- Zonas de pastos más elevadas que probablemente se aprovechaban desde el mes de julio hasta finales de agosto.
Según afirma el grupo interdisciplinar, estos primeros desplazamientos ganaderos tuvieron una escasa influencia en los cambios del paisaje, con pequeños aclareos selectivos del bosque en torno a 1200-1450 metros, además de pastar en pleno verano en el límite superior del bosque (en torno a 1900 metros) en contacto con el piso alpino.
Aunque actualmente no tenemos evidencias de la ocurrencia de movimientos trashumantes entre el Pirineo y la Depresión del Ebro en época romana, el hecho de que estén documentadas en el resto de la Península Ibérica sugiere el establecimiento de cierta trashumancia en ese periodo. Sí hay algunas pruebas documentales del desplazamiento de grandes rebaños pertenecientes a monasterios pirenaicos durante la Alta Edad Media, con permiso de los reyes de la Taifa de Zaragoza, para pastar en invierno en el valle del Ebro. Es en ese momento cuando comienza a cobrar una importancia creciente la posesión de pastos de verano en la montaña. Algunos lagos pirenaicos reflejan un ligero aumento de la tasa de sedimentación en esta época, lo que sugiere cierta expansión de los pastos a costa del bosque.
Pero el momento verdaderamente explosivo para la trashumancia en Aragón tiene lugar en los siglos XII y XIII, coincidiendo con la conquista del centro de la Depresión del Ebro por Alfonso I el Batallador, la concesión de grandes ventajas a los ganaderos que se instalasen en la ciudad de Zaragoza, y la expansión del mercado internacional de la lana. Este proceso culminó en la creación de la Casa de Ganaderos de Zaragoza por parte de Jaime I el Conquistador en 1218. La concentración de varios cientos de miles de cabezas de ganado lanar en Zaragoza y los privilegios de que disfrutaron los ganaderos favorecieron la búsqueda de pastos de verano en la montaña y fue el motivo de frecuentes enfrentamientos con ganaderos pirenaicos, como atestigua la documentación judicial de la época. Es el momento en que se inicia la gran deforestación del piso subalpino en el Pirineo, afectando sobre todo a los bosques entre 1500 y 2100 metros de altitud. Esta deforestación, muy rápida y probablemente poco organizada, se refleja con claridad en la presencia de niveles de cenizas en los sedimentos de lagos pirenaicos (debido a incendios del bosque), el aumento de la erosión y de la frecuencia de avenidas fluviales, así como un cambio radical en la composición del polen detectado en esos lagos: se reduce muchísimo la proporción de polen arbóreo y aumenta el de las especies propias de los pastos. La deforestación alcanzó su máxima extensión a lo largo del siglo XVIII, cuando se inicia la decadencia de la trashumancia y el progresivo descenso en el número de rebaños y de ovejas.
La situación actual es bien conocida: aunque existen todavía ganaderos trashumantes que mantienen la vieja tradición, los censos ganaderos (especialmente el lanar) se han reducido muy sustancialmente en las últimas décadas. Ello explica la actual recolonización del bosque en los pastos de verano, un proceso cuyas consecuencias hidrológicas y geomorfológicas son aún incipientes pero muy importantes, en particular en todo lo relacionado con la acumulación y fusión de nieve en invierno y primavera.
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