Investigadores del IUCA consiguen detectar tres tipos de micotoxinas simultáneamente “a bajo coste”

La detección de micotoxinas es actualmente un proceso de elevado coste, esencial en el tratamiento de las materias primas de alimentación y bebidas que se debe realizar con métodos analíticos muy sensibles, específicos y fiables.

Las micotoxinas encabezan la lista de los contaminantes naturales más extendidos en los alimentos a nivel mundial.

Los investigadores del Instituto de Investigación en Ciencias Ambientales (IUCA) han publicado recientemente un artículo en la revista Analytical Methods, perteneciente a la Real Society of Chemistry, fruto de su trabajo de investigación en la detección de micotoxinas. Han descubierto un método para detectar tres tipos diferentes de las micotoxinas más comunes en cereales, frutos secos, o bebidas alcohólicas. Se trata de un proceso con dos partes diferenciadas: la extracción de las micotoxinas mediante tratamientos químicos, en primer lugar y la posterior determinación del tipo y la cantidad en la que se encuentran gracias a sensores electroquímicos miniaturizados.

Detectar simultáneamente Ocratoxina A,  Fumonisina B1, Deoxynivalenol y, además, saber la cantidad exacta en la que se encuentran, significa detectar tres de las 12 micotoxinas más peligrosas entre los más de 300 tipos que existen. Son segregadas por los hongos que se generan en condiciones de humedad o temperaturas cálidas durante los procesos de conservación por los que pasan los alimentos. Es muy común que se encuentren en especias, frutos secos, cereales y derivados y en bebidas como  café, vino, mosto, leche o cacao.

En la Unión Europea, la legislación no contempló las micotoxinas en alimentación hasta 2003, cuando las autoridades, preocupadas por esta cuestión, establecieron unas cantidades máximas en diferentes tipos de alimentos, con especial cuidado en los de consumo infantil. El motivo de las restricciones son las nefastas consecuencias para la salud que puede acarrear la ingesta de estas micotoxinas, dependiendo siempre de la clase de hongo que las haya producido: deterioro del sistema inmunitario, sensibilidad a las toxinas bacterianas, irritación, alergias y enfermedades graves como el cáncer.

La presencia de estas sustancias, que encabezan la lista de los contaminantes naturales más extendidos en los alimentos a nivel mundial, puede suponer también restricciones comerciales para las regiones productoras de alimentos que no aseguren que su producción se ajusta a los parámetros establecidos por la UE. Aunque las exportaciones que hace España son, mayoritariamente de productos cárnicos, es líder en exportación de vino, muy susceptible de contener micotoxinas. El pasado año aportó al PIB español 2638 millones de euros.

Gracias a esta nueva tecnología, impulsada por miembros del grupo de investigación GEAS del Instituto de Investigación en Ciencias Ambientales (IUCA), los procesos de control de vino así como de otros alimentos podrían resultar mucho más asequibles, lo que puede desembocar a largo plazo en una mejora del sector.